En la noche cruzaron sus miradas. Ninguno de los dos creía en el "amor a primera vista"; resultaba más bien un mito construido por las telenovelas. Pero a los dos les sucedió. Antonio y Felipe se miraron en medio de la pista de baile. Felipe -el seguro, el que tiene las cosas claras- se acercó a Antonio; él no supo cómo reaccionar, pero se dejó llevar. Cruzaron unas frases, hablaron de cosas sin importancia, pero confirmaron lo mucho que se gustaban
No esperaron mucho para confirmar que lo que sentían no era una ilusión. "Vamos a mi casa... si quieres", dijo Felipe. El otro no lo dudó.
Antonio manejaba. Felipe lo miró con una sonrisa en la boca; con el semáforo en rojo, estiró su mano por su pierna hasta tocar su paquete; estiró también su cuerpo, y besó a Antonio. Con la luz verde el tráfico continuó, pero ellos se besaban; los sonidos de claxón no los interrumpieron.
Desnudos, exitados, fundidos en un abrazo en la cama. Más besos. Felipe acomodó a Antonio, abrió sus piernas, y buscó que se sintiera cómodo. Antonio temblaba, no de frío. Felipe lo penetró; Antonio lo sintió palpitar dentro de él. Esto le resultaba nuevo; el dolor pronto se convirtió en placer. Los dos se movían, mientras se miraban.
Antonio caminaba por la calle, con Mariana de la mano; a lo lejos pudo ver que se acercaba Felipe. A los dos se les estrujó el estómago. Se detuvieron, saludaron, "¿cómo has estado?", "que gusto verte", "nos vemos". Estrecharon su mano por última vez, dieron la vuelta, y caminaron en direcciones contrarias. El amor a primera vista sí existe.
No esperaron mucho para confirmar que lo que sentían no era una ilusión. "Vamos a mi casa... si quieres", dijo Felipe. El otro no lo dudó.
Antonio manejaba. Felipe lo miró con una sonrisa en la boca; con el semáforo en rojo, estiró su mano por su pierna hasta tocar su paquete; estiró también su cuerpo, y besó a Antonio. Con la luz verde el tráfico continuó, pero ellos se besaban; los sonidos de claxón no los interrumpieron.
Desnudos, exitados, fundidos en un abrazo en la cama. Más besos. Felipe acomodó a Antonio, abrió sus piernas, y buscó que se sintiera cómodo. Antonio temblaba, no de frío. Felipe lo penetró; Antonio lo sintió palpitar dentro de él. Esto le resultaba nuevo; el dolor pronto se convirtió en placer. Los dos se movían, mientras se miraban.
Antonio caminaba por la calle, con Mariana de la mano; a lo lejos pudo ver que se acercaba Felipe. A los dos se les estrujó el estómago. Se detuvieron, saludaron, "¿cómo has estado?", "que gusto verte", "nos vemos". Estrecharon su mano por última vez, dieron la vuelta, y caminaron en direcciones contrarias. El amor a primera vista sí existe.