lunes, 20 de agosto de 2012

La boda

Para Francisco

Dos desconocidos en la mesa de una boda. “Je M'appelle Patricia”, dijo, rubia, de pelo muy corto, con mirada desorbitada y de gran profundidad. Desde que llegó no despegó sus ojos azules de Francisco; “Je M'appelle Francisco”, dijo él con una pronunciación que aprendió en sus clases de francés. Patricia sintió que había encontrado al amor de su vida en ese instante; sintió el mundo paralizar, y en el cual no podría vivir un minuto más sin él. Ella -un poquito ninfómana- no quería perder un minuto más; sentía un cosquilleo nervioso en su sexo que no podía contener.

Patricia insistió y Francisco reaccionó con nerviosismo, cambiando el tema de conversación. Él inventaba algún pretexto y ella lo justificaba. “Quiero llegar virgen al matrimonio”, se excusó. Patricia se quería casar tan pronto fuera posible –como la pareja de novios que ahora festejaba-; todo lo fuera necesario para que Francisco tuviera sexo con ella. Él nervioso se resistía y no sabía qué decir ante esa incómoda insistencia. Patricia bebía vino como si no hubiera mañana, y mientras más se negaba él, más bebía ella, nerviosa. La francesa le invitó un trago, y cansado de negársele a todo, aceptó. Bailaron y las luces de colores los iluminaban.

Francisco cogió con un mesero en el estacionamiento de la fiesta. Patricia terminó dormida sobre la mesa.

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